miércoles, 6 de marzo de 2013

MARCAS ACADÉMICAS



Un día una profesora de la universidad nos dijo que nos pusiéramos ha pensar en todos los profesores que hemos tenido hasta ahora, en todos aquellos que nos han dado clase o que sin darnos nos han podido ayudar, en todos aquellos que para bien o para mal nos han marcado en nuestra vida académica.

Quizás nos tendríamos que parar a pensar en esto más veces, porque a esas personas tenemos que agradecerles, en parte, que cada uno esté donde está.
No tenemos sólo que recordar que un profesor nos subió la nota o que otro nos mandó a Septiembre sin razón ninguna, tenemos que acordarnos de las clases, de lo que aprendíamos día a día y de lo que nos han enseñado fuera de los libros.


Si empiezo a pensar en mis profesores es inevitable acordarme de mi profesora de preescolar quien me dio los primeros 5 años de clase de mi vida. Me acuerdo de la paciencia que tenía con nosotros, como nos enseñaba a escribir, a leer, a compartir... Claramente había momentos buenos y malos, momentos en los que nos divertíamos pero también en los que nos tenía que regañar o castigar. Ella no sólo nos enseñó a leer o a escribir sino porque nos ayudó cuando por primera vez nos teníamos que separar de nuestros padres, nos enseñó como nos teníamos que comportar y siempre lo hacía con una sonrisa.

Sin lugar a dudas, los profesores que más me han marcado en mi vida académica han estado en el instituto mientras cursaba la ESO y Bachillerato. He tenido profesores muy buenos que daban las clases con entusiasmo y que te contagiaban las ganas de aprender mientras que también he tenido profesores a los que odiaba.
Recuerdo a todas aquellas profesoras de lengua que hicieron que me decantara por las letras y que cada una era mejor que la anterior.
Por desgracia, también he tenido algún profesor que no nos trataba como nos merecíamos y recuerdo muy bien el día que me dijo en mitad de clase “por mucho que estudies no te voy a aprobar”, en su momento fue muy duro pero también me hizo confiar en mi y decir “aunque no quieras voy a aprobar” y estudiar no sólo por la nota sino por fastidiarle.

Algunas veces, un profesor no es quien te da clase y al salir por la puerta ya no se acuerda de tí, todavía quedan muchos profesores que te ayudan en todos los aspectos, tanto educativos como personales y para ello no necesitas que te den clase.

Por último y sobretodo, dos profesores a los que nunca olvidaré, Teresa y Jose Mari, son los culpables de que yo esté cursando lo que quiero y donde quiero gracias a su cabezonería por animarme a seguir con los estudios.






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