Un
día una profesora de la universidad nos dijo que nos pusiéramos ha
pensar en todos los profesores que hemos tenido hasta ahora, en todos
aquellos que nos han dado clase o que sin darnos nos han podido
ayudar, en todos aquellos que para bien o para mal nos han marcado en
nuestra vida académica.
Quizás
nos tendríamos que parar a pensar en esto más veces, porque a esas
personas tenemos que agradecerles, en parte, que cada uno esté donde está.
No
tenemos sólo que recordar que un profesor nos subió la nota o que
otro nos mandó a Septiembre sin razón ninguna, tenemos que
acordarnos de las clases, de lo que aprendíamos día a día y de lo
que nos han enseñado fuera de los libros.
Si
empiezo a pensar en mis profesores es inevitable acordarme de mi
profesora de preescolar quien me dio los primeros 5 años
de clase de mi vida. Me acuerdo de la paciencia que tenía con
nosotros, como nos enseñaba a escribir, a leer, a compartir...
Claramente había momentos buenos y malos, momentos en los que nos
divertíamos pero también en los que nos tenía que regañar o
castigar. Ella no sólo nos enseñó a leer o a escribir sino porque nos
ayudó cuando por primera vez nos teníamos que separar de nuestros
padres, nos enseñó como nos teníamos que comportar y siempre lo
hacía con una sonrisa.
Sin
lugar a dudas, los profesores que más me han marcado en mi vida
académica han estado en el instituto mientras cursaba la ESO y
Bachillerato. He tenido profesores muy buenos que daban las clases
con entusiasmo y que te contagiaban las ganas de aprender mientras
que también he tenido profesores a los que odiaba.
Recuerdo
a todas aquellas profesoras de lengua que hicieron que me decantara
por las letras y que cada una era mejor que la anterior.
Por
desgracia, también he tenido algún profesor que no nos trataba como
nos merecíamos y recuerdo muy bien el día que me dijo en mitad de
clase “por mucho que estudies no te voy a aprobar”, en su momento
fue muy duro pero también me hizo confiar en mi y decir “aunque no
quieras voy a aprobar” y estudiar no sólo por la nota sino por
fastidiarle.
Algunas veces, un profesor no es quien te da clase y al salir por la puerta ya no se acuerda de tí, todavía quedan muchos profesores que te ayudan en todos los aspectos, tanto educativos como personales y para ello no necesitas que te den clase.
Por último y sobretodo, dos profesores a los que nunca olvidaré, Teresa y Jose Mari, son los culpables de que yo esté cursando lo que quiero y donde quiero gracias a su cabezonería por animarme a seguir con los estudios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario